Mucho se ha hablado del terrorismo
de ETA en las décadas de los 70 y 80, pero nunca se había escrito esta historia
desde la mirada limpia e inocente de los niños cuyos padres estaban amenazados
o fueron asesinados por la organización terrorista. La autora fue uno de esos
niños que al igual que otros, vivió unos acontecimientos que ningún niño
debería vivir jamás.
El testimonio novelado Los niños de
Lemóniz es la suma de recuerdos recuperados. Habla de personas, emociones y
situaciones, pero sobre todo habla de niños, de cómo ellos vivieron esa
realidad, de cómo sus padres, ante situaciones límite, intentaban ocultar lo
que estaba ocurriendo con el único objetivo de protegerlos. Niños que nunca
fueron tenidos en cuenta, ni siquiera en las estadísticas. Y también habla de
mujeres, de madres que, a pesar de su juventud, fueron extremadamente
valientes, generosas, protectoras y luchadoras.
Esta novela trata un tema tan triste e importante como es el terrorismo de ETA en los años en los que la organización se encontraba más activa, pero desde el punto de vista menos imaginado. La percepción de un niño.
En esta novela la autora narra de forma autobiográfica cómo vivió en su propia familia la amenaza de ETA, siempre desde el desconocimiento y el desconcierto.
El padre de Ángela, la protagonista, trabajaba en la central nuclear de Lemóniz y por esta causa era una de las miles de personas objetivo de ETA, simplemente, por hacer un trabajo con el que la organización no estaba de acuerdo.
Narra el día a día de esta familia, y de otras muchas familias, muchos de ellos amigos suyos que todos los días salen a la calle con miedo, con los nervios de punta y recibiendo el rechazo de todos los habitantes del pueblo en el que viven.
Me ha llamado mucho la atención toparme con la realidad de lo que pasaba en esa época no tan lejana. Todos conocemos ETA y conocemos sus amenazas, asesinatos y seguimientos pero, yo personalmente, nunca me he puesto a pensar seriamente en cómo era el día a día de las personas amenazadas y encontrarme de bruces con este libro me ha abierto los ojos y me ha echo reflexionar y ver cómo era realmente la triste realidad de aquellas personas.
En muchos momentos de este libro he sentido odio, un odio inmenso y un desprecio mucho mayor al que ya podía sentir antes de abrir esta historia, pero también he sentido mucha ternura, mucho amor y empatía con los protagonistas.
Imaginar lo difícil que ha tenido que ser para muchos padres el proteger a sus hijos pequeños no sólo del peligro, si no esconderlos de la triste realidad para mantenerlos al margen y evitar así que crezcan rodeados de miedo, me ha hecho pensar en lo importante que es la libertad y lo importante que es que disfrutemos de ella.
En definitiva, es un libro que me ha puesto la piel de gallina en muchas ocasiones, un libro que me ha hecho reir y sonreir, pero también me ha hecho llorar.
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